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ENCUENTRO (Violeta Güiraldes)

  El ascensor de su oficina, siempre le había parecido un símbolo del encierro. Por eso lo evitaba. Sus botones con instrucciones en alemán, eran un misterio para ella. ¿Cuál abri­ría la puerta en una emergencia? Éstas y muchas otras preguntas acudían a su mente, en cuanto ponía el pie derecho para in­gresar a lo que consideraba una pequeña cárcel construida por el hombre para su autodestrucción. Además, al usarlo, ella dejaba de hacer un buen ejercicio para conservar su agilidad: cinco pisos de escaleras. Por eso, prefería subir a pie. Sin embargo, hoy pensaba que le costaría hacerlo. Se había puesto sus zapatos rojos de taco alto y una falda muy ajustada de cuero. Además, estaba atrasada y era un día especial. Por eso, sólo por eso, apretaría el botón para someterse a los caprichos de la jaula móvil. Se encontraría con él en la oficina, después de tantos años. Quería correr a buscarlo, aunque no podía demostrarlo. Sería muy mal visto a sus años, con hijos y nietos. ¿Cuánto que

FEMINEIDAD (Yasmín Navarrete)

 Y si el género masculino es el fuerte, el que golpea, el de la voz naciente, estridente. Entonces lo femenino, sutil en su camino no existe… La fragilidad del ver y no estar, aplacada por el sentimiento, aplacada por la razón sin razón. El tiempo afuera marca los días, los pasos y el camino incierto cobra una nueva voz, la voz de todos los tiempos donde la intuición sutil encarna en las ideas de una civilización naciente y potente al recordar los ciclos, al recordar los días, el misterio de nuestra madre, Madre Tierra y su inteligencia rítmica. Ojalá algún día el ying y el yang dancen sin que la lucha traspase nuestras mentes, y el dogma se desintegre. Ojalá poder estar sin tener que justificar lo que soy, lo que sé sin saber del amor y nacer.